EL
HOMO SUPERIOR
Y al fin abrí los ojos.
No veía mucho, solo una
superficie lisa que estaba delante mía. Mis manos y mis pies estaban
inmovilizados a la pared que estaba a mis espaldas mediante algún tipo de imán.
No me podía mover de ningún modo.
Me encontraba en una
cámara criogénica, esperando ser enviada a la misión. ¡Por fin! Estaba harta de
dormir criogenizada porque siempre sueño con mi infancia. En realidad no debía
de acordarme de nada de mi niñez, pero, por muchos lavados mentales que me
hubieran hecho, seguía teniendo flasblack.
Según mi infancia
Estándar Versión 1.24 mis padres se llamaban José y Ana y de esta última heredé
mi nombre. Desde pequeña había mostrado gran interés por los viajes y las
situaciones peligrosas por lo que, aunque a mis padres no le gustara, me escapé
de casa para ingresar en la academia militar. Eso no tenía nada de verdad: yo
había sido almacenada en un tanque de titanio un par de meses con crecimiento
acelerado nada más nacer. Allí me habían hecho madurar a base de descargas eléctricas.
Aún me acuerdo de como me retorcía mientras notaba como iba creciendo.
Después de un par de
meses allí me llevaron a la academia militar. Esa fue la peor parte de mi vida:
Primero estaba la
preparación física, en donde descubrí lo desentrenados que pueden estar tus
músculos después de pasarse toda su vida en un tanque.
Pero lo peor era la
preparación psicológica: tenías que aprender a tener criterio propio siempre
ese criterio no fuera en contra de la nación ni fuera nada que pudiera
perjudicarles.
Además tenías que tener el criterio del rol que te habían
asignado. El mío era humanista. Había varios modos de conseguirlo, pero ninguno
era agradable. Una vez me metieron en una sala en la que había dos carteles:
“Mira al elefante” y “No pienses en elefantes”. Además había un gran póster con
un elefante en una pared. En cuanto pensé en elefantes una descarga eléctrica
hizo que casi me partiera en dos. Cuando no miraba al póster o cerraba los
ojos, otra descarga. Así día y noche hasta que conseguí mirar al elefante pero
no pensar en él. Así me enseñaron a obedecer las órdenes. No puedo pensar
siquiera en desobedecerlas. Es como si en mi mente hubiera un muro, uno que no
puedo saltar ni vadear. Ni siquiera puedo pensar en hacerlo. La academia es
así, consigue meterte en el subconsciente esos impulsos. De ese modo consiguen
que des la vida por ellos: como un robot, solo que nosotros somos mucho más
baratos que un robot.
Tras entrenarme así,
cuando ya pensaron que estaba preparada, me hicieron un lavado de memoria, para
que no pudiera recordar nada, que solo mi subconsciente tuviera ese muro y que
encima creyera que si actúo de ese modo es porque yo misma lo decido.
Me metieron en una gran
sala y me ataron con unas gruesas cadenas a una silla. Unas luces parpadearon
delante mía, no recuerdo más.
Pero algo debió de
fallar, porque además de mi cutre infancia Estándar Versión 1.24 empecé a
recordar el tanque, la academia y el muro. Supongo que habría un cortocircuito
o un apagón y por eso no funcionó el borramemoria. No me interesa como pasó
exactamente, solo me importa saber que no soy libre, que estoy atada a ese
fatídico muro que me impide actuar, e incluso pensar, de forma autónoma.
El viaje terminó y el
imán que me aprisionaba se aflojó. Empujé la superficie que estaba delante de
mi y salté fuera de cápsula criogénica.
No sabía donde estaba,
era un lugar ruinoso y triste y el cielo era gris. Pisaba cenizas y a mi
alrededor solo había escombros de lo que antes fueron grandes edificios. La
oscuridad era prácticamente absoluta, pero gracias a mis ojos mejorados
genéticamente podía ver perfectamente.
A mi alrededor había
varias cámaras criogénicas que se fueron abriendo de una en una. De ellas
salieron varias personas.
Un hombre bastante más
mayor que yo se me acercó. Tenía las facciones rudas, surcadas de cicatrices y
trasmitía desprecio al mirarme. Su pelo era canoso y lo había perdido en la
coronilla, pero aún así desprendía un aire carismático que hacía pensar que le
quedaba aún mucha vitalidad.
Me examinó de arriba a
abajo y tras unos instantes en los que me miró fijamente a los ojos, me habló
en tono cortante y despectivo.
- Tu debes de ser la humanista,
¿no? Por alguna razón tenemos que llevar siempre a una. Sígueme.
Seguí al hombre, el muro
de mi mente me impedía lo contrario. Andaba muy rápido y yo tenía que correr
para alcanzarlo. Él se dirigía hacia las otras cámaras criogénicas. De ellas
salieron otras cuatro personas que se unieron al grupo. Cuando estuvimos todos,
el hombre canoso se dirigió a mi. Parecía que todos se conocían menos yo.
- ¿Tú eres 2486FH? - me preguntó,
como si supiera que significaba eso.
- Esto... No... no lo sé...
El hombre me agarró el
brazo izquierdo, lo arremangó bruscamente y miró mi antebrazo.
- Sí, eres 2486FH – dijo
toscamente.
Entonces me acordé, en
la academia me habían hecho meter el brazo en un cilindro, el cual al parecer
me tatuó esos números. La “F” era de “Femenino” y la “H” de “Humanista”. El
resto correspondía al número de serie. Era la humanista femenina número 2486.
Tras eso, el hombre me
habló rápido, sin apenas mirarme, como si no fuera digna de escucharle.
- Pedí un nuevo humanista, el
último cayó en una zanja y se partió el pie.
- ¿Y debo sustituirlo? -
pregunté. Definitivamente, el hombre no me caía bien.
Ante mi pregunta, él sin
motivo aparente se echó a reír.
- ¿Sustituirle? ¿Acaso crees que
quiero que vuelva el antiguo humanista? Nos retrasaba en la misión, lo único
que hizo de provecho fue caerse en la zanja. ¡Ahí seguirá!
- ¿No le rescatasteis? - pregunté
horrorizada por la visión de una persona inmovilizada en un agujero,
pidiendo socorro mientras solo recibía insultos.
- ¡Pues claro que no!
- ¡Pero... lo condenasteis a una
muerte segura!
- ¡Pues claro que sí, no servía
para nada, era un peso muerto!
- ¡Pero era una persona!
- Eso es lo que tu te crees. Los
únicos que pueden presumir de ser personas de verdad son los de rango A y
los de rango B. Los del C, como yo, estamos sujetos a los de arriba, y no
somos precisamente personas libres. Pero los que no son otra cosa que mano
de obra (en ocasiones de usar y tirar) sois vosotros – apuntó al resto del
equipo y a mi –. ¡Los de rango D! Pero al menos, ellos – apuntó a los cuatro
del equipo – pueden presumir de tener experiencia y por tanto, valor para
mi. ¡Pero los que habéis recién llegado de la academia, con el cerebro
lavado y una infancia falsa sois prescindibles! ¡No valéis nada! ¡No sois
personas! Aprende esta lección bien, 2486FH, eres un número más, y los
únicos que piensan que no es así, son los humanistas.
Tras ese discurso todo
el mundo permaneció callado unos minutos hasta que el hombre recobró las
fuerzas y comenzó las presentaciones.
- Bien 2489FH, yo soy el
Comandante Kaov, él es Iván, un marine – señaló a un hombre calvo con una
fea cicatriz en forma de media luna en el ojo – él es Joel, francotirador
– un hombre templado, con mirada impasible, llevaba una pequeña perilla y
un fino bigote –. Ambos se encargan de la seguridad. Ella es Nacarie,
geóloga, estudió de verdad, no le implantaron los conocimientos al cerebro
como a la mayoría – era una rubia de ojos penetrantes y mirada desafiante
–. Y él es Zack, historiador y antropólogo – se trataba de un hombre
nervioso que no paraba de mover la cabeza mirando a todos lados.
Si, ya sé que al
describir a mis compañeros me he centrado en sus ojos, ¡pero es que me ponían
nerviosa del modo por el que me examinaban!
- Y tú, 2486FH, ¿cómo te llamas?
- continuó el Comandante.
- Ana, creo.
- ¿Cómo que crees?
- Es el nombre que pone en mi
Infancia Estándar Versión 1.24.
- ¿Y tú cómo te has enterado de
que tu infancia no es real?
- Me parece que el sistema de
borrado de memoria falló.
- Da igual, me aseguraré de que
mejoren los aparatos borramemorias Entonces, ¿te llamas Ana o no?
- Supongo... Yo no he elegido mi
nombre.
- Pues elígelo ahora, ¿cómo te
quieres llamar? En realidad lo que importa es tu número.
Pensé unos segundos,
pero al no encontrar una respuesta mejor dije:
- Ana, con Ana me quedo.
- Bien, y ahora que hemos
solucionado el importantísimo tema de los nombres, para el cual
necesitamos un humanista, vayamos al grano. Estamos en el tercer planeta
de un lejano sistema que se encuentra orbitando alrededor del Sol, un gran
astro que vio nacer a la humanidad. El planeta se llama “Tierra”, aunque
yo lo llamaría “Escombros” – carcajada general –. Venimos a comprobar que,
definitivamente, no hay ningún recurso utilizable. Después de enviar
nuestro informe, volaremos la Tierra. Debemos buscar restos de vida, agua
o minerales. ¿Alguna pregunta?
- ¿Para qué queremos volar la
Tierra? - pregunté.
- Porque se cree que puede ser un
escondite de seres humanos. Debemos asegurarnos de que no hay nada
interesante para liquidar completamente a esa raza subdesarrollada.
- ¡Pero si los humanos son
personas como nosotros!
- ¡No! ¡No son como nosotros!
Ellos son débiles y blandos, nosotros somos más fuertes, más rápidos, más
inteligentes. ¿Para qué queremos tener una raza inferior que nos lastre?
Nosotros tenemos ojos biónicamente mejorados, capaces de ver en la
oscuridad, nuestros huesos son de titanio y nuestra piel es insensible al
dolor. Ellos son peores y nos estorban en nuestra expansión.
- Pero...
- ¿Tu querrías tener como a un
ciudadano más a un ser inferior? ¿Alguien peor que tú pero con el mismo
valor oficial? ¿Te imaginas a una raza inferior llegando a los rangos A y
B? No, ellos harían lo mismo de estar en nuestro lugar. Y ahora cállate.
El muro hizo acto de
presencia.
El grupo empezamos a
andar, íbamos mirando alrededor, buscando algo utilizable para las fábricas,
aunque solo veíamos escombros y restos de edificios.
Al poco me aburrí y me
acerqué a Zack (era el único que me había caído bien).
- ¿Todo ese rollo sobre los
humanos es así? – pregunté – ¿Son así de débiles?
- Sí, así eran – respondió
nervioso, evitando mirarme a los ojos –. Pero yo no creo que sigan estando
aún. Creo que todos fueron aniquilados en Júpiter. Que pena...
- ¿Qué quieres decir?
- Nosotros fuimos creados por
ellos. Querían crear a un súper-hombre y crearon algo superior a ellos,
algo que no podían controlar. Querían una raza de esclavos y crearon algo
que los destruyó. Aún así fueron quienes nos crearon, por lo que
técnicamente deberían ser una especie de dioses para nosotros. Pero no los
consideramos nada más que monstruos, cosas que nos recuerdan que en un
pasado lejano fuimos débiles.
- ¿Y cómo pasó? ¿Cómo consiguió
la nueva raza vencer a sus creadores?
- Ya te lo he dicho, al principio
eran esclavos que hacían todo el trabajo, pero como ya te puedes imaginar,
en cualquier sociedad piramidal se necesita de una gran base para sostener
a los pocos de arriba. Así crearon millones de individuos, que hicieron
que ellos no tuvieran que mover un dedo en la vida. Pero hubo algo con lo
que no contaron: al hacer a la nueva raza a su imagen y semejanza
consiguieron que poco a poco fuera consiguiendo tener criterio propio. ¡Y
aún más! Empezaron a desarrollar sentimientos, y por ello destruimos a
nuestros creadores. Pero en realidad, queremos parecernos a ellos. Por eso
tenemos una organización tan parecida a la de ellos (por desgracia estamos
en la base de la pirámide). Por ello llevamos a un humanista, para
parecernos más a ellos. No se por qué les destruimos, ¿para esperar a que una
raza mejor que la nuestra venga y todo vuelva a empezar? Deberíamos haber
hecho una sociedad basada en la igualdad con ellos.
La historia me
impresionó. Había oído dos versiones completamente distintas sobre el mismo
hecho: la de Kaov y la de Zack. No sabía cual creer, pero entre lo mal que me
cae el Comandante y el carácter humanista que me habían colocado en el cerebro
me inclinaba a opinar con el antropólogo (especialista en estudiar a los seres
humanos).
- Ojalá no estén todos muertos.
Yo no les hubiera eliminado así, salvo que me hubieran dado una orden
expresa.
Esta última parte la
dije sin pensar, cortesía del muro de mi mente, pero al menos conseguí lo que
quería, Zack esbozó una sonrisa.
El resto de la
expedición fue muy aburrida y monótona, no encontramos otra cosa que no fuera
escombros, cenizas y polvo. Fue una completa perdida de tiempo. Cuando llegamos
a un lugar más o menos limpio, hicimos una parada para recargarnos, comimos una
especie de pasta amarillenta que se supone que tiene los nutrientes suficientes
como para un día. Después nos pusimos en camino otra vez.
Esta vez cogimos los
radares y las cámaras térmicas y nos pusimos a buscar de nuevo. Así estuvimos
tres días y medio (lo reglamentario) hasta que el Comandante dijo:
- ¡Ya está! Hemos confirmado lo
que decían los satélites. No hay nada. Zack, ve a buscar la bomba para
detonar el planeta. Vendrá en un paracaídas, caerá cerca. Joel, Ana, id
con él para proteger a 0496HA – miré a Zack, ese era su número, pero él lo
tenía grabado mediante cortes, no con un tatuaje. Las cicatrices dolían
con solo verlas –. Nacarie, busca un lugar en donde detonar la bomba, para
algo eres geóloga. Tú, Iván, ve a buscar la nave. No quiero estar cerca
cuando todo explote.
Obedecimos al instante y
Zack, Joel y yo nos pusimos a buscar un paracaídas entre los edificios
derrumbados. Pronto lo encontramos. ¡Parece increíble que una bomba del tamaño
de una caja de zapatos pueda cargarse un planeta entero en cuestión de
segundos!
Joel se quedó mirando
hacia un montón de edificios, no se movía nada, era increíble como conseguía
mantener la calma sabiendo que un nervioso historiador y una humanista estaban
cogiendo una bomba.
- Toma, sujeta esto – me dijo,
ofreciéndome la bomba, que pesaba lo suyo.
A continuación me dejó
tan alucinada que la única razón por la que no tiré mi carga fue que porque al
hacerlo explotaría y había recibido órdenes de proteger a Zack.
Este, en cuanto me dejó
la bomba, cogió su pistola del bolsillo trasero de su pantalón y disparó a Joel
en la espalda. Cuando se iba a girarse le disparó otra vez, y así hasta siete
veces, para asegurarse. El pobre murió con la misma tranquilidad habitual en
él.
- ¿Qué has hecho? - pregunté
desconcertada.
- Esta bomba no llegará a
explotarse. Te he mentido, de antropólogo no tengo nada, soy especialista
en explosivos y pienso desactivar la bomba.
- ¿Pretendes salvar a los humanos
que queden? ¿Tanto te importan? - le pregunté muy alterada, la idea de
salvar a los humanos me parecía una locura, al contrario que hace un par
de días.
- ¿No lo entiendes? Yo soy
humano. Me hice pasar por uno de vosotros para salvar a mis compatriotas
que viven aquí, sumidos en la miseria.
Entonces mi imagen de
Zack cambió radicalmente, ahora le veía como un ser despreciable, alguien
débil, que merece morir. El muro me impedía otra cosa. Saque mi pistola en un
acto reflejo, pero la orden de protegerlo me impedía disparar.
- ¡Ojalá fuerais de verdad tan
distintos a nosotros como pretendéis! Nosotros os utilizamos, sí, ¡y
vosotros nos amasacrais! ¿Tan distintos somos? ¿No podríamos vivir en paz?
- decía mientras abría la bomba para ver los cables.
Yo estaba de acuerdo con
sus razonamientos, pero el muro hacía que le siguiera apuntando con la pistola.
Tras unos minutos
examinando el artefacto dictaminó:
- ¡Ya he conseguido saber cual es
el cable! Solo tengo que cortarlo y...
No llegó a decir más,
pues una bala le perforó el cerebro. Había recordado que me habían ordenado
proteger a 0496HA y él no era 0496HA, sino un humano sin número.
- ¡Vaya! Si parece que la
humanista sirve para algo después de todo – oí esa voz a mi espalda, era
Kaov.
- Era un humano.
- Muy bien, presentaré un informe
en el que se verá reconocido tu mérito. Hay que acabar ya con esa raza
inferior. Coge la bomba.
Estaba que ardía de
rabia, no estaba de acuerdo en nada con Kaov, prefería los razonamientos de
Zack. Quizá si no hubiera matado a Joel y si no me hubiera dicho que era humano
podría haberle ayudado.
Con una ira tremenda por
estar ayudando a liquidar a unos inocentes seres humanos, cogí la bomba. El
muro me impedía lo contrario.
El muro, el muro, el
muro... Eso que bloquea mi mente, que no me deja decidir por mi misma... Era un
obstáculo insalvable. No podía ir más allá. Pero entonces recordé que estaba
ayudando a matar a inocentes y conseguí susurrar:
- No
- ¿Qué dices? - me pregunta
asombrado
- NO
El muro se debilitaba,
había conseguido salvar ese tremendo obstáculo de mi mente, pero me costaba
mucho tirarlo.
- ¿No a qué? - pregunta de nuevo.
- No voy a ayudar a matar a los humanos.
Deberíamos vivir con ellos en paz, como decía Zack.
- Muy bonito por tu parte, pero
no puede ser. Son seres inferiores, débiles, deben morir.
- ¡NO!
El muro se derrumbó por
completo, por fin obraba con libertad.
Corrí empujando a Kaov
por el camino. Él se cayó, paralizado por mi reacción, pero yo no desaproveché
la oportunidad y seguí corriendo.
En esos momentos
desearía saber que cable hay que cortar para desactivar la bomba, pero era
humanista, no pirotécnica.
Mientras pensaba en eso
una mano fuerte me agarró por la espalda y me tiró al suelo. Al mirar descubrí
que era Nacarie.
- ¿Pero qué haces? – me pregunta
– ¡Dame la bomba, hay que explotarla! Debemos hacerlo, no porque nos
parezca bien o mal, sino porque nos han ordenado hacerlo. Los jefes te lo
han mandado. Y tú has sido educada para obedecerles.
Ante esas palabras el
muro se reconstruyó, mi mente volvió a activar las defensas que se habían
detenido de forma temporal. Volví a ser 2486FH y dejé de ser Ana. Era un número
de rango D. No tenía derechos, no tenía criterio, ni siquiera libertad en mi
mente.
Mi cuerpo obedeció la
orden, tiré la bomba...
¡BOOOOOOOOOOOM!
Todo estalló, el suelo
se partió, las llamas lo devoraron todo. Acabé matando a todos:
Culpables, inocentes y
siervos, a todos por igual.
Solo quedó una cosa de
pie: el muro.
Primer premio en la categoría juvenil. ¡Felicidades, Alejandro!
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