75 años de "El Principito", el segundo libro más traducido de la
historia después de la Biblia, una oportunidad para ver con los ojos del
corazón.
El 6 de abril de 1943 la primera edición de El
Principito, de Antoine de Saint-Exupéry, vio la luz. Han pasado 75 años y se ha
traducido a más de 300 lenguas y dialectos, lo que lo ha convertido en el segundo libro más traducido de la
historia, leído por lectores
de todas las generaciones. El Principito fue publicado en plena Segunda Guerra
Mundial, cuando en Europa millones de niños se estaban quedando huérfanos. El
protagonista es un niño desamparado que quiere comprender el mundo y esforzarse
por cuidar lo más frágil, vulnerable y bello: las flores, que tenemos que
entender en clave metafórica, claro está.
«Niños y mayores
pueden experimentar un proceso de identificación con el personaje del niño
perdido», explica la profesora de literatura de los Estudios de Artes y
Humanidades de la UOC Teresa Iribarren. «El escenario de la obra es el
desierto, donde se encuentran fortuitamente dos personajes, el Principito y el piloto de avión –como el autor mismo-, que ha tenido que hacer un aterrizaje forzoso. El diálogo que establecen en este espacio de la nada logra una gran altura
filosófica», añade.
Para la profesora
colaboradora de la UOC y psicóloga infantojuvenil y familiar del Centro GRAT,
Amalia Gordóvil, entre las principales lecciones que se pueden extraer de la
lectura de este libro, se encuentran la incitación a la fantasía, a pararse y buscar más allá de lo que vemos a simple
vista, y lo hace
presentando el dibujo del aparente sombrero que es en realidad una boa
digiriendo un elefante. Remarca, además, la importancia de la responsabilidad, el valor de lo que tenemos cerca y los vínculos
especiales que mantenemos con las personas próximas, a quienes aceptamos con sus virtudes y sus defectos;
lo hace a través de su historia con la única flor de su planeta.
Gordóvil también
destaca el valor de la esperanza y el esfuerzo en el camino que el Principito hace junto con el
piloto en busca de un pozo, remarcando que lo que hace especial aquella agua es
fruto del esfuerzo al sacarla del pozo. Y a su vez reivindica la importancia de las pequeñas cosas, el saber disfrutar
del lugar y el momento en el cual se encuentran las personas.
La psicóloga está
convencida de que es una historia para todas las edades: «Transmite un mensaje
para toda la vida, aunque lo perdamos de vista. Probablemente un niño
disfrutará más de los dibujos y de las fábulas en el sentido más literal, pero
también captará el mensaje sobre la importancia de
ver las cosas con el corazón. El objetivo es buscar al Principito que todos llevamos
dentro».
Lo importante para
que estas lecciones tengan efecto es que el modelo del adulto vaya siempre en coherencia
con aquello que se quiere transmitir. «Es decir, si quiero que mi hijo valore
lo que tiene y disfrute del momento que vive, no será coherente que yo cene
pendiente del móvil», añade la experta.
Una obra
sobre la esencia de la vida.
«Es cuando vuelves a
leerlo de mayor cuando eres capaz de entender el alcance filosófico y poético y
el enorme potencial imaginativo», explica Iribarren, también directora del
máster de Edición Digital. El Principito —como otras obras de Exupéry— es una invitación a interrogarnos constantemente sobre las
cosas más esenciales de la vida». La grandeza de la
obra literaria del escritor francés está «en el humanismo que la vertebra de
arriba abajo, y en la capacidad para hermanar sencillez, poesía y profundidad filosófica».
A diferencia de otro
clásico de principio del siglo XX, Peter Pan, de J.M. Barrie, en el que el niño
no quiere crecer y se evade, para Iribarren en El Principito el mensaje es bien
diferente: todos los niños se hacen mayores, y esto quiere decir que tendrán
que asumir responsabilidades y superar pérdidas. «Han de emprender su propio
viaje vital y hacer frente a los peligros y a las incertidumbres sin tener a
los padres al lado. La vida, como el lenguaje metafórico de El Principito,
no es nada fácil», apunta.
La profesora de la UOC explica que se ha
hecho universal porque hace bandera de la
ética del cuidado y de la importancia de crear vínculos y cultivar la empatía. Estos valores adquieren más magnitud al
contraponerlos a la violencia del poder, a la vanidad y a la prepotencia, sin
caer en el didactismo fácil. Por otro lado, el libro tiene la virtud de apelar
a cuatro elementos básicos para atrapar al lector: la inteligencia, el sentido poético, las emociones y
la imaginación».
Para Gordóvil, este
libro mágico es un canto a la esperanza, a la fantasía, al esfuerzo, al
compromiso, al amor, a la sencillez; en definitiva, a la esencia más pura de la
vida. «Recuerda la gran diferencia entre el mundo de los niños y el de los
adultos, el primero regido por la fantasía y el segundo basado en la lógica.
Nos recuerda la necesidad de entrar en el mundo de los más pequeños
escuchándolos y disfrutando con ellos». «Es especial porque nos traslada a
nuestra parte más tierna y lo hace sin
florituras. A partir de cosas tan sencillas como un cordero, un arbusto, una
puesta de sol, una flor, una estrella o un zorro transmite un mensaje muy
claro: lo esencial es invisible a los ojos», concluye.
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