febrero 08, 2018

PARADOJAS TEMPORALES (Enrique Tamajón Castilla)


Salía de casa, listo para ir directo a la escuela. A unos centímetros de la puerta se encontraba Abel, mostraba una mirada pérdida en la calzada mientras escuchaba música a través de sus familiares auriculares negros. Llamé su atención con un leve golpe en su hombro, para después comenzar a andar hacia el instituto, sin pararme a que respondiera. Segundos después se colocó a mi lado, y ambos comenzamos a conversar en nuestra travesía. Hoy tendríamos examen de sociales, por lo que el tema principal fue encaminado a comentar lo que podría caer.

Mientras tanto, en la otra punta de la ciudad, dos extranjeros emergían de la oscuridad de un callejón, un hombre y una joven. El hombre se caracterizaba por llevar una máscara y un traje negro, la joven por otra parte simplemente llevaba una camiseta arremangada por las mangas hasta la mitad, y unos vaqueros. La joven llevaba atada a su cuello una soga por la cual, le colgaba una especie de cilindro, el cual quedaba a la altura de su cintura.

Varios minutos después me encontraba junto a Abel, ya dentro del recinto escolar. Justo después de despedirnos, pude ver a lo lejos cómo el joven se tropezaba con una cáscara con plátano, cayendo de morros al suelo. Fue imposible para mí no escapar una leve sonrisa, ya era típico en él tropezarse con ese tipo de cosas.

Una vez terminada la jornada escolar tuve que salir un poco más tarde que de costumbre, ya que olvidé un libro por lo que volví a recuperarlo. Emprendí mi camino a casa, y para mi sorpresa, Abel no estaba. Supuse que habría salido antes.

Mientras ojeaba mi móvil, choqué contra la espalda de un hombre y, preparado para pedir disculpas, me llevé la sorpresa de que la calle estaba llena de gente apelotonada. Entre las cabezas de la multitud aparecía un camión tumbado, había descarriado.

Una vez conseguí escapar de la multitud, sin darle más importancia al accidente, volví a sacar el teléfono. Cuando bajé la cabeza para mirar el aparato, me llamó atención un bulto negro en el suelo. Se trataban de unos auriculares negros, que estaban bastante dañados. Estos mostraban marcas de neumático, por lo que el camión habría pasado por encima de ellos.

Observándolos durante unos segundos, una imagen familiar había aparecido en mi mente; eran iguales a los cascos de Abel. Inmediatamente una idea trágica se me pasó por la cabeza. Abel podría haber sido una víctima en el accidente. Me di la vuelta alarmado para observar de nuevo el accidente; sin embargo la ausencia de cuerpos policiales o ambulancias me dio a entender que no había víctimas, por lo que decidí ignorar la situación.

A pocos metros del incidente, proveniente de un callejón cercano, una especie de brillo verdoso llamó mi atención. Mi curiosidad acabó matándome, y no pude evitar ir a comprobar qué era. Se trataba de una especie de cilindro bastante grande y estaba dividido en 4 placas metálicas pequeñas, unidas entre sí por una especie de fibra de plástico duro. Me agaché a observarlo más de cerca, era la primera vez que veía algo parecido. Pude observar que había una pequeña hebilla en el extremo derecho del cilindro, me apresuré a acercar mi mano y tirar de esta, solamente por ver qué ocurría.
Una vez tirada de esta, el contenedor brilló unos segundos más y se terminó apagando; seguramente lo habría roto, por lo que un poco decepcionado me levanté y me di media vuelta. En ese momento, volvió a expulsar una luz, esta vez blanquecina y me giré de nuevo. Sin embargo ésta era tan deslumbrante que terminó cegándome.

Comencé a frotarme los ojos, no podía ver absolutamente nada. Cuando conseguí abrirlos, me encontraba en un lugar distinto pero familiar. Era otra vez el instituto. Confundido, parpadeé repetidamente y entonces, pude observar a lo lejos a la figura de un chico cayéndose. La escena me resultaba familiar, se trataba de Abel que se había tropezado con una cáscara de plátano tal y como hacía hace unas horas. Rápidamente miré el reloj, eran las 8.23 a.m. del mismo día.

Una voz de un profesor comenzó a llamarme, interrumpiendo mis pensamientos para indicar que entrara a clase. Preferí obviar la situación y pensar que habría sido un sueño. A primera hora tuvimos de nuevo el familiar examen de sociales, exactamente igual al anterior. El resto del día transcurrió tal y como había pasado en esa mañana, salvo que esta vez no recordé coger el libro.

Caminé a la salida, revisando por segunda vez el teléfono, cuando otra voz masculina comenzó a llamarme. Esta vez era Abel. Esperé en el sitio hasta que el chico se acercó y seguimos caminando juntos hacia nuestras respectivas casas.

En el cruce donde se había producido el accidente anteriormente, no había absolutamente nada, nada de las marcas de neumáticos, y mucho menos un camión descarriado. El semáforo indicaba  el paso, en ese momento vi de reojo por la esquina como un camión comenzaba a asomar su morro, con intenciones de girar. El vehículo me resultaba familiar, era el mismo camión que extrañaba tumbado delante de mí. En este momento lo pude observar mejor, se trataba de un camión basurero. En ese momento Abel se encontraba en la mitad del paso de cebra. Un escalofrío me recorrió el cuerpo al recordar los auriculares aplastados por el camión. Volví a enfocar la vista en el camión, el cual se encontraba ya a poca distancia de Abel sin intención alguna de parar. El vehículo tenía la intención de arrollar a mi amigo. Grité a Abel ordenándole que se apartara, mientras comenzaba a correr hacia él. El joven, un poco extrañado debido a mi aviso, se dio la vuelta y en ese momento se percató del camión. Estaba totalmente paralizado sin embargo, conseguí llegar a tiempo y embestirle para apartarle de la trayectoria del camión. Conseguimos salir de su alcance a tiempo, mientras el vehículo desaparecía en el siguiente cruce. Nos quedamos unos segundos en silencio y después nos levantamos y para proseguir nuestra travesía, tras comentar un poco lo que recién había ocurrido.

Horas más tarde, cuando la noche ya había caído, reposaba sobre mi cama analizando lo que había ocurrido todo este día. Muchas preguntas emergieron en mi cabeza, sin embargo pocas respuestas conseguía hallar. Lo único claro que tenía era que el misterioso artilugio tenía alguna conexión.

Tras unos minutos meditando, decidí salir en exploración de aquella máquina brillante. Caminé silenciosamente hacia el portal de mi casa teniendo cuidado de escabullirme sin hacer ruido.

Una vez fuera de mi acogedor hogar, comencé a caminar en dirección donde encontré el misterioso artilugio. Mientras caminaba, una pequeña migraña apareció perturbando mi cabeza, pero decidí ignorarla por ahora y seguir. Una vez en el callejón no encontré absolutamente nada, alguien se lo habría llevado… O mejor dicho, nunca estuvo allí. Al no haber habido ningún accidente, el artilugio no salió disparado del camión y por lo tanto, el vehículo siguió su camino habitual hacia el basurero local. Decidí ir allí a pesar de las altas horas de la noche.

Por suerte era lunes y habían vaciado todo el día anterior, así que solamente había cinco montones de aproximadamente medio metro. Respiré hondo y me puse a examinar, recapacitando si era una buena idea o no ponerme a rebuscar entre la basura un artefacto que quizá ni existiera.

Media hora más tarde todos los montones estaban deshechos y esparcidos, sin embargo sin resultado alguno. Lo más cercano que encontré fue otro cilindro bastante más pequeño.

Bastante frustrado me senté para descansar, la expedición había sido un fracaso total, una pérdida de tiempo. Mientras descansaba comencé a examinar el cilindro recién encontrado, a pesar de ser otro distinto guardaba cierta relación con el diseño del anterior. Sin embargo, esta vez solamente presentaba las placas metálicas sin ningún tipo de plástico duro, y tampoco había hebilla alguna, solo un botón en el extremo izquierdo de este. Decidí activarlo, solamente para pensar que esta pérdida de tiempo tuviera algún valor. El cilindro comenzó a vibrar, en un momento las placas se separaron entre sí en unos 10 centímetros en los extremos superiores e inferiores de cada una. Una especie de capa de plástico duro emergió del interior y volvió a unir las placas metálicas. Una vez terminada la forma del aparato, un orificio se abrió en el extremo derecho del que salió una hebilla, acompañada de un conjunto de diferentes ruletas con números. Parecían indicar fechas y horas del di. Una vez recobrado el aspecto original, una luz verdosa emergió del interior. Ahora la máquina era exactamente igual a como la recordaba, un poco más sucia. En mi rostro se tornó una pequeña sonrisa de victoria, volví a activar el botón del principio y todo el proceso que acaba de contemplar, fue retrocediendo hasta volver a su punto original. Me levanté, y caminé a casa sujetando fuertemente el cilindro debido a la emoción del momento.

Durante este camino la migraña se había intensificado viniendo acompañada con dolores de barriga, algo me había sentado mal en la cena. También notaba cierto cansancio, aunque podría ser explicable debido a la hora actual.

Entré silenciosamente, y caminé lentamente hacia mi dormitorio, por suerte no llamé la atención de nadie. Dejé el aparato sobre el escritorio y me tumbé en la cama. Llevándome una mano a la cabeza, noté un poco de sudor, sin embargo no hacía calor. Di varias vueltas en la cama, intentando dispersar los dolores hasta que finalmente quedé dormido.

Un par de horas más tarde los dolores llegaron a ser insoportables y terminé despertándome, para mi sorpresa encontré la figura de un hombre adulto de espaldas a mí. Estaba situado delante del escritorio. De éste provenía una luz verdosa, el artefacto estaba encendido. Intenté levantarme para comprobar quién era, sin embargo mis músculos no me respondían, me costaba respirar y tampoco podía hablar. En ese momento la puerta de mi dormitorio se abrió, y una joven entró en la habitación. Parecía lucir nerviosa y preocupada. Ambos desconocidos comenzaron a intercambiar palabras; por alguna razón tampoco podía oír bien, y solamente escuchaba palabras sueltas.

Cuando acordé, mi respiración se detuvo sin previo aviso, intenté avisarles de que me brindaran ayuda, pero era inútil, únicamente sonidos sordos salían de mi boca, sin embargo, fueron suficientes para alertar a la pareja de extraños. El hombre rápidamente cogió el artefacto y lo colocó sobre mi pecho. En este momento pude fijarme que llevaba una extraña máscara de teatro totalmente blanca, la cual mostraba una inquietante sonrisa. El enmascarado tomó mi mano y la movió hacia la hebilla de hierro de la máquina. Apresuradamente comenzó a gritar, cosa que me benefició para poder escucharle. Dijo que estaba envenenado, y que era imposible salvarme. También comentó que recogiera de nuevo el cilindro. A partir de este punto perdí completamente el sentido de la audición, estaba a punto de desmayarme por la falta de oxígeno. Al ver mi reacción, hizo un gesto brusco con mi mano, la cual estaba sujetando para tirar de la hebilla. La máquina se apagó completamente, para después comenzar a expulsar su deslumbrante brillo. Como era costumbre, no pude evitar cerrar los ojos.

Al volver a abrirlos, experimenté el mismo cambio de escenario. Abel al fondo cayendo al suelo en el instituto. Había vuelto a retroceder a la misma mañana que hace unas horas. Mi cuerpo se encontraba en perfecto estado, era como si no hubiera ocurrido nada. La familiar voz del profesor volvió a llamarme indicando ir a clase. No me quedó otra cosa que obedecer.

Por tercera vez repetía exactamente la misma mañana, sin cambio alguno. Volví a salir un poco antes, caminé hasta la puerta y la voz de Abel volvió a llamarme, todo era igual. Fuimos juntos hasta el cruce donde había ocurrido el accidente. Conseguí detener a Abel para que esperase evitando el accidente y el mismo camión apareció e hizo exactamente la misma ruta. No había duda alguna, aquel aparato no era más que una máquina del tiempo… Un tanto peculiar a lo que siempre imaginé, ya que esta no transportaba el cuerpo, si no que mandaba los recuerdos al pasado.

Comencé a caminar hacia el basurero local, siguiendo las órdenes del hombre enmascarado. Una vez allí, los montones de basura estaban colocados exactamente igual que la vez anterior, sin embargo esta vez ya sabía dónde se encontraba el cilindro metálico. Lo recogí rápidamente, y en ese momento una presencia desconocida me sorprendió. La figura de un hombre sentado apoyado sobre la pared con la mirada hacia abajo, hacía que no pudiera ver su rostro, pero parecía que estaba inconsciente. Presentaba numerosas heridas, seguramente habría sido un vagabundo cualquiera que tuviera una pelea. Por lo que no le presté más atención y me fui de allí. Curiosamente le faltaba un brazo, era algo extraño, puede que fuera un extranjero ya que no recordaba a nadie en ese tipo de condiciones.

Pasaron 3 semanas desde el último incidente y prácticamente me olvidé de todo lo que había ocurrido. Pronto me graduaría, y al ser el representante de la clase debía recitar un breve discurso. Me encontraba sobre el escenario preparando un pequeño guión que leería. Poco a poco el teatro se iba llenando, hasta que finalmente apagaron las luces y cerraron las puertas. Una vez me dieron la señal, comencé a pronunciarlo. En mitad de éste, pude ver como la puerta del teatro, la cual estaba frente a mí a varios metros, se abría y entraban tres personas. Por la estatura era un adulto y dos alumnos. No pude fijarme bien en sus rostros.

Una vez finalizado el evento, fuimos a cenar todos los graduados. Cuando terminamos caminé de vuelta a casa y era bastante tarde, pero tampoco importaba mucho. Al llegar a mi casa la primera impresión fue preocupante, la puerta estaba abierta. A lo mejor un ladrón había entrado. Llamé a la policía y cogí un bastón que conservaba de recuerdo de mi bisabuelo, y entré en la casa armado con él buscando al responsable. Poco después ya había terminado el recorrido de comprobación y la planta baja estaba despejada, solo quedaba examinar el piso de arriba. Esperé un buen rato a la policía, pero nadie llegaba y algo estaba pasando.

Por miedo caminé lentamente a la salida de la casa, hasta que noté el tacto frío de algo metálico en mi brazo izquierdo, en ese momento un gran dolor me recorrió el cuerpo y di unos pasos atrás. Tenía un cuchillo clavado, parece que alguien lo había lanzado. Segundos después el sonido de algo desplazándose por toda la casa comenzó a resonar. El ladrón se estaba moviendo, y yo no podía hacer nada, así que mi única opción era salir corriendo. Nada más comenzar la carrera, noté de nuevo el frío tacto del metal en mi espalda y piernas, acompañados de un dolor inmenso. Instantáneamente caí al suelo.

Una vez tirado en el suelo, el agresor apareció e intenté verle el rostro, pero llevaba una especie de casco. “Trabajo hecho” pronunció con sus labios. Después noté como se agachaba y tomaba mi brazo herido. Se encontraba encima de mí, primero me advirtió que dolería, y acto seguido comenzó a cortarlo. El dolor era insoportable, poco a poco notaba como perdía la consciencia. Mientras lo hacía se excusó diciendo que necesitaba una prueba de que yo había muerto. No entendía qué estaba pasando. Debido al dolor, acabé desmayándome.

El tacto de un líquido transcurriendo por mi cuerpo hizo que volviera a despertar; era mi propia sangre. Pensaba que estaba muerto tumbado en el salón de mi casa, sin embargo no podía estar más equivocado. Todavía estaba vivo pero no sabía dónde estaba. Me encontraba en el suelo sentado apoyado en la pared. Era de día, el sol golpeaba cruelmente mi cabeza. La levanté poco a poco para observar donde podía estar. Rápidamente conseguí asociar la nueva ubicación. Estaba en el basurero local y a lo lejos podía distinguir la figura de un joven alejándose. “Espera, esto me suena de algo… Yo… ¿Soy el vagabundo que encontré el otro día?”. Antes de poder contestar a esta pregunta el dolor emergió de nuevo con gran intensidad. Debido a la falta de sangre, terminé desmayándome por segunda vez.

Cuando volví a despertar, esta vez me encontraba en una especie de habitación y estaba tumbado sobre una cama. Un poco confundido me incorporé y me rasqué la cabeza. En este acto noté que había algo en mi brazo izquierdo. Me apresuré a ver si era mi mano, sin embargo era una prótesis. Decidí levantarme y salir del dormitorio en busca de respuestas. Estaba en una especie de apartamento desconocido, y una vez en el salón pude apreciar a un hombre con una máscara sentado tranquilamente en el sillón, y leyendo el periódico. Una chica dormía en otro sillón en frente de una chimenea. Eran los mismos que me encontré en mi habitación. El hombre se percató de mi presencia y me invitó a sentarme. Estuvimos hablando varios minutos, casi diría que una media hora. La conversación más que darme respuestas, me provocó más dudas. Lo único que saqué en claro fue que ellos dos eran viajeros de un futuro lejano de 20 años, con la misión de salvar mi vida de una asociación que quería terminar conmigo y con Abel. Según el hombre, ambos llegaríamos a ser en un futuro prestigiosos científicos. Nuestros inventos harían que fuéramos admirados por muchos y odiados por otros. También comentó que existía la máquina del tiempo, es más, había incluso dos tipos. El primero y más reciente que se creó, la que me encontré, era capaz de mandar la consciencia al pasado; y la segunda en nacer permitía enviar tanto el cuerpo como la mente. Ellos provocaron mi encuentro con el primer tipo de máquina, y me habían salvado del asesino con el segundo tipo. Tenían dos objetivos principales; el primer objetivo era salvar a Abel de morir en el accidente de camión, y el segundo era evitar mi muerte.

Ellos tenían un plan para acabar con el asesino que intentó terminar con mi vida, sin embargo para ello debía recuperarme, por lo que pasé varios días en cama. Con la máquina del tiempo regresamos al día de la graduación y asistimos a la ceremonia en el teatro, para después llegar a mi casa y comenzar los preparativos con el objetivo de capturar al asesino.

Una vez caída la noche, nos ocultamos y dejamos la puerta abierta a propósito, para que mi yo del pasado entrara en la casa armado. El asesino entró por el piso superior rompiendo una ventana, y más tarde entró mi yo pasado. En el momento que colgó el teléfono mi yo de ese tiempo llamando a la policía, el hombre de la máscara volvió a marcar el mismo teléfono y me ordenó decir que simplemente era un error. No podía permitirse involucrar más gente y arriesgarse a ser descubiertos.

Toda la escena se desarrolló de la misma forma. Una vez el asesino se marchó, el hombre de la máscara salió corriendo detrás del infiltrado mientras que la chica y yo nos quedamos atendiendo al herido.

Una hora después, el hombre de la máscara regresó con el asesino inconsciente y atado, parece que le había noqueado. Ya no quedaba nada por hacer, así que se encargaron de llevarse a mi yo pasado al basurero para que el anterior yo lo viera inconsciente en el vertedero y lo confundiera con un vagabundo. Por otro lado, al asesino se lo llevó a su futuro para interrogarlo y llevarlo ante la justicia. Por mi parte, me quedé en ese tiempo, sustituyendo a mi yo pasado, ya que este había retrocedido en el tiempo, y ya no se encontraba en esta línea temporal. Ahora yo debería seguir viviendo para siempre en este tiempo. Para ocultar mi prótesis, el hombre me dio un guante de piel falsa que simulaba una mano normal.


Al día siguiente, aparentemente ya todo era normal. En mi escritorio quedaba aún aquella máquina del futuro. ¿Se la habían olvidado? En cualquier caso no podía regresarla de vuelta, y decidí guardarla en el fondo de mi armario, esperando a que se presentase una situación de necesidad extrema, y no tuviera otra solución que volver a repetir toda esta historia.

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