Salía
de casa, listo para ir directo a la escuela. A unos centímetros de la puerta se
encontraba Abel, mostraba una mirada pérdida en la calzada mientras escuchaba
música a través de sus familiares auriculares negros. Llamé su atención con un
leve golpe en su hombro, para después comenzar a andar hacia el instituto, sin
pararme a que respondiera. Segundos después se colocó a mi lado, y ambos
comenzamos a conversar en nuestra travesía. Hoy tendríamos examen de sociales,
por lo que el tema principal fue encaminado a comentar lo que podría caer.
Mientras
tanto, en la otra punta de la ciudad, dos extranjeros emergían de la oscuridad
de un callejón, un hombre y una joven. El hombre se caracterizaba por llevar
una máscara y un traje negro, la joven por otra parte simplemente llevaba una
camiseta arremangada por las mangas hasta la mitad, y unos vaqueros. La joven
llevaba atada a su cuello una soga por la cual, le colgaba una especie de
cilindro, el cual quedaba a la altura de su cintura.
Varios
minutos después me encontraba junto a Abel, ya dentro del recinto escolar. Justo
después de despedirnos, pude ver a lo lejos cómo el joven se tropezaba con una
cáscara con plátano, cayendo de morros al suelo. Fue imposible para mí no
escapar una leve sonrisa, ya era típico en él tropezarse con ese tipo de cosas.
Una
vez terminada la jornada escolar tuve que salir un poco más tarde que de
costumbre, ya que olvidé un libro por lo que volví a recuperarlo. Emprendí mi camino
a casa, y para mi sorpresa, Abel no estaba. Supuse que habría salido antes.
Mientras
ojeaba mi móvil, choqué contra la espalda de un hombre y, preparado para pedir
disculpas, me llevé la sorpresa de que la calle estaba llena de gente
apelotonada. Entre las cabezas de la multitud aparecía un camión tumbado, había
descarriado.
Una
vez conseguí escapar de la multitud, sin darle más importancia al accidente,
volví a sacar el teléfono. Cuando bajé la cabeza para mirar el aparato, me
llamó atención un bulto negro en el suelo. Se trataban de unos auriculares
negros, que estaban bastante dañados. Estos mostraban marcas de neumático, por
lo que el camión habría pasado por encima de ellos.
Observándolos
durante unos segundos, una imagen familiar había aparecido en mi mente; eran iguales
a los cascos de Abel. Inmediatamente una idea trágica se me pasó por la cabeza.
Abel podría haber sido una víctima en el accidente. Me di la vuelta alarmado
para observar de nuevo el accidente; sin embargo la ausencia de cuerpos
policiales o ambulancias me dio a entender que no había víctimas, por lo que
decidí ignorar la situación.
Una
vez tirada de esta, el contenedor brilló unos segundos más y se terminó
apagando; seguramente lo habría roto, por lo que un poco decepcionado me
levanté y me di media vuelta. En ese momento, volvió a expulsar una luz, esta vez
blanquecina y me giré de nuevo. Sin embargo ésta era tan deslumbrante que
terminó cegándome.
Comencé
a frotarme los ojos, no podía ver absolutamente nada. Cuando conseguí abrirlos,
me encontraba en un lugar distinto pero familiar. Era otra vez el instituto. Confundido,
parpadeé repetidamente y entonces, pude observar a lo lejos a la figura de un
chico cayéndose. La escena me resultaba familiar, se trataba de Abel que se
había tropezado con una cáscara de plátano tal y como hacía hace unas horas.
Rápidamente miré el reloj, eran las 8.23 a.m. del mismo día.
Una
voz de un profesor comenzó a llamarme, interrumpiendo mis pensamientos para
indicar que entrara a clase. Preferí obviar la situación y pensar que habría
sido un sueño. A primera hora tuvimos de nuevo el familiar examen de sociales,
exactamente igual al anterior. El resto del día transcurrió tal y como había
pasado en esa mañana, salvo que esta vez no recordé coger el libro.
Caminé
a la salida, revisando por segunda vez el teléfono, cuando otra voz masculina
comenzó a llamarme. Esta vez era Abel. Esperé en el sitio hasta que el chico se
acercó y seguimos caminando juntos hacia nuestras respectivas casas.
En
el cruce donde se había producido el accidente anteriormente, no había
absolutamente nada, nada de las marcas de neumáticos, y mucho menos un camión
descarriado. El semáforo indicaba el
paso, en ese momento vi de reojo por la esquina como un camión comenzaba a
asomar su morro, con intenciones de girar. El vehículo me resultaba familiar,
era el mismo camión que extrañaba tumbado delante de mí. En este momento lo
pude observar mejor, se trataba de un camión basurero. En ese momento Abel se
encontraba en la mitad del paso de cebra. Un escalofrío me recorrió el cuerpo
al recordar los auriculares aplastados por el camión. Volví a enfocar la vista
en el camión, el cual se encontraba ya a poca distancia de Abel sin intención alguna
de parar. El vehículo tenía la intención de arrollar a mi amigo. Grité a Abel ordenándole
que se apartara, mientras comenzaba a correr hacia él. El joven, un poco
extrañado debido a mi aviso, se dio la vuelta y en ese momento se percató del camión.
Estaba totalmente paralizado sin embargo, conseguí llegar a tiempo y embestirle
para apartarle de la trayectoria del camión. Conseguimos salir de su alcance a
tiempo, mientras el vehículo desaparecía en el siguiente cruce. Nos quedamos
unos segundos en silencio y después nos levantamos y para proseguir nuestra
travesía, tras comentar un poco lo que recién había ocurrido.
Horas
más tarde, cuando la noche ya había caído, reposaba sobre mi cama analizando lo
que había ocurrido todo este día. Muchas preguntas emergieron en mi cabeza, sin
embargo pocas respuestas conseguía hallar. Lo único claro que tenía era que el
misterioso artilugio tenía alguna conexión.
Tras
unos minutos meditando, decidí salir en exploración de aquella máquina
brillante. Caminé silenciosamente hacia el portal de mi casa teniendo cuidado
de escabullirme sin hacer ruido.
Una
vez fuera de mi acogedor hogar, comencé a caminar en dirección donde encontré
el misterioso artilugio. Mientras caminaba, una pequeña migraña apareció
perturbando mi cabeza, pero decidí ignorarla por ahora y seguir. Una vez en el
callejón no encontré absolutamente nada, alguien se lo habría llevado… O mejor
dicho, nunca estuvo allí. Al no haber habido ningún accidente, el artilugio no salió
disparado del camión y por lo tanto, el vehículo siguió su camino habitual
hacia el basurero local. Decidí ir allí a pesar de las altas horas de la noche.
Por suerte era lunes y habían vaciado todo el
día anterior, así que solamente había cinco montones de aproximadamente medio
metro. Respiré hondo y me puse a examinar, recapacitando si era una buena idea
o no ponerme a rebuscar entre la basura un artefacto que quizá ni existiera.
Media
hora más tarde todos los montones estaban deshechos y esparcidos, sin embargo
sin resultado alguno. Lo más cercano que encontré fue otro cilindro bastante
más pequeño.
Bastante
frustrado me senté para descansar, la expedición había sido un fracaso total,
una pérdida de tiempo. Mientras descansaba comencé a examinar el cilindro
recién encontrado, a pesar de ser otro distinto guardaba cierta relación con el
diseño del anterior. Sin embargo, esta vez solamente presentaba las placas
metálicas sin ningún tipo de plástico duro, y tampoco había hebilla alguna,
solo un botón en el extremo izquierdo de este. Decidí activarlo, solamente para
pensar que esta pérdida de tiempo tuviera algún valor. El cilindro comenzó a
vibrar, en un momento las placas se separaron entre sí en unos 10 centímetros
en los extremos superiores e inferiores de cada una. Una especie de capa de
plástico duro emergió del interior y volvió a unir las placas metálicas. Una
vez terminada la forma del aparato, un orificio se abrió en el extremo derecho
del que salió una hebilla, acompañada de un conjunto de diferentes ruletas con
números. Parecían indicar fechas y horas del di. Una vez recobrado el aspecto
original, una luz verdosa emergió del interior. Ahora la máquina era
exactamente igual a como la recordaba, un poco más sucia. En mi rostro se tornó
una pequeña sonrisa de victoria, volví a activar el botón del principio y todo
el proceso que acaba de contemplar, fue retrocediendo hasta volver a su punto
original. Me levanté, y caminé a casa sujetando fuertemente el cilindro debido
a la emoción del momento.
Durante
este camino la migraña se había intensificado viniendo acompañada con dolores
de barriga, algo me había sentado mal en la cena. También notaba cierto
cansancio, aunque podría ser explicable debido a la hora actual.
Entré
silenciosamente, y caminé lentamente hacia mi dormitorio, por suerte no llamé
la atención de nadie. Dejé el aparato sobre el escritorio y me tumbé en la
cama. Llevándome una mano a la cabeza, noté un poco de sudor, sin embargo no
hacía calor. Di varias vueltas en la cama, intentando dispersar los dolores
hasta que finalmente quedé dormido.
Un
par de horas más tarde los dolores llegaron a ser insoportables y terminé
despertándome, para mi sorpresa encontré la figura de un hombre adulto de
espaldas a mí. Estaba situado delante del escritorio. De éste provenía una luz
verdosa, el artefacto estaba encendido. Intenté levantarme para comprobar quién
era, sin embargo mis músculos no me respondían, me costaba respirar y tampoco
podía hablar. En ese momento la puerta de mi dormitorio se abrió, y una joven entró
en la habitación. Parecía lucir nerviosa y preocupada. Ambos desconocidos comenzaron
a intercambiar palabras; por alguna razón tampoco podía oír bien, y solamente
escuchaba palabras sueltas.
Cuando
acordé, mi respiración se detuvo sin previo aviso, intenté avisarles de que me
brindaran ayuda, pero era inútil, únicamente sonidos sordos salían de mi boca,
sin embargo, fueron suficientes para alertar a la pareja de extraños. El hombre
rápidamente cogió el artefacto y lo colocó sobre mi pecho. En este momento pude
fijarme que llevaba una extraña máscara de teatro totalmente blanca, la cual
mostraba una inquietante sonrisa. El enmascarado tomó mi mano y la movió hacia
la hebilla de hierro de la máquina. Apresuradamente comenzó a gritar, cosa que
me benefició para poder escucharle. Dijo que estaba envenenado, y que era
imposible salvarme. También comentó que recogiera de nuevo el cilindro. A
partir de este punto perdí completamente el sentido de la audición, estaba a
punto de desmayarme por la falta de oxígeno. Al ver mi reacción, hizo un gesto
brusco con mi mano, la cual estaba sujetando para tirar de la hebilla. La
máquina se apagó completamente, para después comenzar a expulsar su
deslumbrante brillo. Como era costumbre, no pude evitar cerrar los ojos.
Al
volver a abrirlos, experimenté el mismo cambio de escenario. Abel al fondo
cayendo al suelo en el instituto. Había vuelto a retroceder a la misma mañana
que hace unas horas. Mi cuerpo se encontraba en perfecto estado, era como si no
hubiera ocurrido nada. La familiar voz del profesor volvió a llamarme indicando
ir a clase. No me quedó otra cosa que obedecer.
Por
tercera vez repetía exactamente la misma mañana, sin cambio alguno. Volví a
salir un poco antes, caminé hasta la puerta y la voz de Abel volvió a llamarme,
todo era igual. Fuimos juntos hasta el cruce donde había ocurrido el accidente.
Conseguí detener a Abel para que esperase evitando el accidente y el mismo
camión apareció e hizo exactamente la misma ruta. No había duda alguna, aquel
aparato no era más que una máquina del tiempo… Un tanto peculiar a lo que
siempre imaginé, ya que esta no transportaba el cuerpo, si no que mandaba los
recuerdos al pasado.
Comencé
a caminar hacia el basurero local, siguiendo las órdenes del hombre
enmascarado. Una vez allí, los montones de basura estaban colocados exactamente
igual que la vez anterior, sin embargo esta vez ya sabía dónde se encontraba el
cilindro metálico. Lo recogí rápidamente, y en ese momento una presencia
desconocida me sorprendió. La figura de un hombre sentado apoyado sobre la
pared con la mirada hacia abajo, hacía que no pudiera ver su rostro, pero
parecía que estaba inconsciente. Presentaba numerosas heridas, seguramente
habría sido un vagabundo cualquiera que tuviera una pelea. Por lo que no le
presté más atención y me fui de allí. Curiosamente le faltaba un brazo, era
algo extraño, puede que fuera un extranjero ya que no recordaba a nadie en ese
tipo de condiciones.
Pasaron
3 semanas desde el último incidente y prácticamente me olvidé de todo lo que
había ocurrido. Pronto me graduaría, y al ser el representante de la clase
debía recitar un breve discurso. Me encontraba sobre el escenario preparando un
pequeño guión que leería. Poco a poco el teatro se iba llenando, hasta que
finalmente apagaron las luces y cerraron las puertas. Una vez me dieron la
señal, comencé a pronunciarlo. En mitad de éste, pude ver como la puerta del
teatro, la cual estaba frente a mí a varios metros, se abría y entraban tres
personas. Por la estatura era un adulto y dos alumnos. No pude fijarme bien en
sus rostros.
Una
vez finalizado el evento, fuimos a cenar todos los graduados. Cuando terminamos
caminé de vuelta a casa y era bastante tarde, pero tampoco importaba mucho. Al
llegar a mi casa la primera impresión fue preocupante, la puerta estaba
abierta. A lo mejor un ladrón había entrado. Llamé a la policía y cogí un
bastón que conservaba de recuerdo de mi bisabuelo, y entré en la casa armado
con él buscando al responsable. Poco después ya había terminado el recorrido de
comprobación y la planta baja estaba despejada, solo quedaba examinar el piso
de arriba. Esperé un buen rato a la policía, pero nadie llegaba y algo estaba
pasando.
Por
miedo caminé lentamente a la salida de la casa, hasta que noté el tacto frío de
algo metálico en mi brazo izquierdo, en ese momento un gran dolor me recorrió
el cuerpo y di unos pasos atrás. Tenía un cuchillo clavado, parece que alguien
lo había lanzado. Segundos después el sonido de algo desplazándose por toda la
casa comenzó a resonar. El ladrón se estaba moviendo, y yo no podía hacer nada,
así que mi única opción era salir corriendo. Nada más comenzar la carrera, noté
de nuevo el frío tacto del metal en mi espalda y piernas, acompañados de un
dolor inmenso. Instantáneamente caí al suelo.
Una
vez tirado en el suelo, el agresor apareció e intenté verle el rostro, pero
llevaba una especie de casco. “Trabajo hecho” pronunció con sus labios. Después
noté como se agachaba y tomaba mi brazo herido. Se encontraba encima de mí,
primero me advirtió que dolería, y acto seguido comenzó a cortarlo. El dolor
era insoportable, poco a poco notaba como perdía la consciencia. Mientras lo
hacía se excusó diciendo que necesitaba una prueba de que yo había muerto. No
entendía qué estaba pasando. Debido al dolor, acabé desmayándome.
El
tacto de un líquido transcurriendo por mi cuerpo hizo que volviera a despertar;
era mi propia sangre. Pensaba que estaba muerto tumbado en el salón de mi casa,
sin embargo no podía estar más equivocado. Todavía estaba vivo pero no sabía
dónde estaba. Me encontraba en el suelo sentado apoyado en la pared. Era de
día, el sol golpeaba cruelmente mi cabeza. La levanté poco a poco para observar
donde podía estar. Rápidamente conseguí asociar la nueva ubicación. Estaba en
el basurero local y a lo lejos podía distinguir la figura de un joven alejándose.
“Espera, esto me suena de algo… Yo… ¿Soy el vagabundo que encontré el otro día?”.
Antes de poder contestar a esta pregunta el dolor emergió de nuevo con gran
intensidad. Debido a la falta de sangre, terminé desmayándome por segunda vez.
Cuando
volví a despertar, esta vez me encontraba en una especie de habitación y estaba
tumbado sobre una cama. Un poco confundido me incorporé y me rasqué la cabeza.
En este acto noté que había algo en mi brazo izquierdo. Me apresuré a ver si
era mi mano, sin embargo era una prótesis. Decidí levantarme y salir del dormitorio
en busca de respuestas. Estaba en una especie de apartamento desconocido, y una
vez en el salón pude apreciar a un hombre con una máscara sentado
tranquilamente en el sillón, y leyendo el periódico. Una chica dormía en otro
sillón en frente de una chimenea. Eran los mismos que me encontré en mi
habitación. El hombre se percató de mi presencia y me invitó a sentarme.
Estuvimos hablando varios minutos, casi diría que una media hora. La
conversación más que darme respuestas, me provocó más dudas. Lo único que saqué
en claro fue que ellos dos eran viajeros de un futuro lejano de 20 años, con la
misión de salvar mi vida de una asociación que quería terminar conmigo y con Abel.
Según el hombre, ambos llegaríamos a ser en un futuro prestigiosos científicos.
Nuestros inventos harían que fuéramos admirados por muchos y odiados por otros.
También comentó que existía la máquina del tiempo, es más, había incluso dos
tipos. El primero y más reciente que se creó, la que me encontré, era capaz de
mandar la consciencia al pasado; y la segunda en nacer permitía enviar tanto el
cuerpo como la mente. Ellos provocaron mi encuentro con el primer tipo de
máquina, y me habían salvado del asesino con el segundo tipo. Tenían dos
objetivos principales; el primer objetivo era salvar a Abel de morir en el
accidente de camión, y el segundo era evitar mi muerte.
Ellos
tenían un plan para acabar con el asesino que intentó terminar con mi vida, sin
embargo para ello debía recuperarme, por lo que pasé varios días en cama. Con
la máquina del tiempo regresamos al día de la graduación y asistimos a la
ceremonia en el teatro, para después llegar a mi casa y comenzar los
preparativos con el objetivo de capturar al asesino.
Una
vez caída la noche, nos ocultamos y dejamos la puerta abierta a propósito, para
que mi yo del pasado entrara en la casa armado. El asesino entró por el piso
superior rompiendo una ventana, y más tarde entró mi yo pasado. En el momento
que colgó el teléfono mi yo de ese tiempo llamando a la policía, el hombre de
la máscara volvió a marcar el mismo teléfono y me ordenó decir que simplemente
era un error. No podía permitirse involucrar más gente y arriesgarse a ser descubiertos.
Toda
la escena se desarrolló de la misma forma. Una vez el asesino se marchó, el
hombre de la máscara salió corriendo detrás del infiltrado mientras que la
chica y yo nos quedamos atendiendo al herido.
Una
hora después, el hombre de la máscara regresó con el asesino inconsciente y
atado, parece que le había noqueado. Ya no quedaba nada por hacer, así que se
encargaron de llevarse a mi yo pasado al basurero para que el anterior yo lo
viera inconsciente en el vertedero y lo confundiera con un vagabundo. Por otro
lado, al asesino se lo llevó a su futuro para interrogarlo y llevarlo ante la
justicia. Por mi parte, me quedé en ese tiempo, sustituyendo a mi yo pasado, ya
que este había retrocedido en el tiempo, y ya no se encontraba en esta línea
temporal. Ahora yo debería seguir viviendo para siempre en este tiempo. Para
ocultar mi prótesis, el hombre me dio un guante de piel falsa que simulaba una
mano normal.
Al
día siguiente, aparentemente ya todo era normal. En mi escritorio quedaba aún
aquella máquina del futuro. ¿Se la habían olvidado? En cualquier caso no podía
regresarla de vuelta, y decidí guardarla en el fondo de mi armario, esperando a
que se presentase una situación de necesidad extrema, y no tuviera otra
solución que volver a repetir toda esta historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario...