Os dejamos con su relato. ¡Que lo disfrutéis!
LA IMAGINACIÓN PUEDE CON TODO.
El
otro día vi cómo son de injustas las cosas al mirar a Manuela, una de mis
pequeñas vecinas del primer piso. Cada día la veo sonreír desde su ventana,
sentada en esa terrible silla de ruedas. Ella nos mira mientras jugamos en el
parque, cuando saltamos a la comba en el jardín, cuando nos tiramos por los
toboganes… Nosotros disfrutando, pasándolo muy bien; en cambio ella, sentada,
quieta, sin poder hacer la mayoría de esas cosas. ¿Estará bien?
Yo
envidio a Manuela. Me gustaría tener su gran imaginación y soñar que puedo
esquiar a toda velocidad. Me gustaría mirar las cosas como ella, siempre en positivo.
Le da igual quién sea la persona o en la situación en la que se encuentre, siempre
sabe cómo puede animar a los demás que la rodean. Su amigo Francisco, que al
igual que ella tenía 9 años, le preguntó el otro día qué le ocurría para necesitar
siempre la silla de ruedas. Manuela lo miró tranquila y le respondió que tenía
un problema en sus piernas que le impedía ponerse en pie. Al principio, Francisco, o como lo llamaban en clase, “Francis”, no comprendió lo que Manuela le quería
explicar. Y aunque le contó muchas cosas sobre sus piernas, como que no hacían
lo que ella quería, que no le dolían con los golpes, ni le picaban..., Francis
seguía sin entenderla por la expresión de su rostro. Él podía caminar, correr, saltar… Pero no la
entendía.
Un
día, comentaron en la escuela que se había organizado un concurso de relatos sobre
personas con discapacidad. Y aunque en su casa jamás se hablaba de no ser capaz
de algo, Manuela pensó: "¿Quién sabrá
mejor que yo lo que es la discapacidad?".
En
su pueblo, “Estrasgo”, no conocía a nadie a quien le pasara lo mismo que a ella,
por lo que tenía muchas posibilidad de ganar si contaba lo que ella sentía
cada día. Y se puso a escribir. Cuando terminó de relatar su historia, se
imaginó a ella misma ganando el concurso. Pero a la hora de recoger el premio
veía a una Manuela sin silla de ruedas y totalmente curada. Era una niña "normal", no una niña con discapacidad.
Por
un momento pensó que eso sería increíble, que eso era lo que soñaba desde
pequeña. Pero rápidamente se dio cuenta de que ella no era incapaz de nada.
Ella podía lograr lo que quisiera. Ya era una niña "normal", ya era feliz, aunque
no caminara ni saltara, porque tenía otras cosas: su familia, sus amigos, sus
sueños.
Y
llegó el día de la entrega de premios. Manuela, muy nerviosa, observó a todos
sus familiares sentados en el teatro del cole. Todos le deseaban suerte y ella
sólo pensaba en cómo subiría esas escaleras si ganaba. Cuando oyó su nombre, salió
corriendo muerta de miedo del teatro. Sus padres se quedaron sentados y
callados y su gran amiga Esther salió a buscarla por todos lados hasta que la
encontró escondida debajo de las escaleras. Esther la abrazó y le dio tal ánimo que Manuela
sintió que era capaz de cualquier cosa.
Giró su silla y fue hasta las escaleras del teatro. Al llegar, su corazón latía
muy deprisa y un cosquilleo le corría todo el cuerpo.
Entonces,
se sintió fuerte. Levantó su cabeza, se apoyó en la silla y se incorporó poco a
poco mientras dos de sus profesoras, Mari Carmen y Claudia, decían su nombre en
voz alta: la ganadora de esta edición es… Manuela.
Todo el mundo la vitoreaba y
la felicitaba, sorprendidos por su fuerza de voluntad. Sus padres se acercaron
y la abrazaron preguntándole de qué iba su historia. Y Manuela les dijo: de una
niña en silla de ruedas que no sufre por lo que no puede hacer sino por los que
sufren por ella.
Sara Castro Márquez
(5º EP – Salesianos Pozoblanco)
Enhorabuena Sara!!! No hay nadie incapaz de lo que uno se proponga en este mundo ...
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