¡Felicidades!
La última joya
Esa
caja plateada que sostenía entre sus manos era lo último que le quedaba por
enterrar junto a Edward. En aquel instante volaron por su mente los felices
recuerdos del principio y los horribles del final. Una vida parecida a un cuento de hadas, sólo que al
revés.
Se
acerqué a la ventana y agarró con fuerza el anillo de compromiso, aquel con el
juró que la querría siempre. Extendió la mano al vacío y lo dejó caer al agua.
-Raquel,
ya está aquí la pareja que tenía cita para hoy.-Anunció Sara, asomando la
cabeza a través de la puerta.
-Diles
que entren-Manejó hábilmente los botones de la silla de ruedas y se giró,
dispuesta a recibir a uno de tantos matrimonios con problemas.
-Buenos
días. Me llamo Raúl y ella es Marina.-El joven se agachó para darle dos besos a
modo de saludo, y la joven hizo lo propio- Al acercarse, Raquel distinguió la
creciente barriga de la chica:
-¿Para
cuándo?-Preguntó mirando de forma inquisitiva a su vientre.
-Marzo.-Respondió
Raúl.-Espero que por fin sea un niño.-Recalcó la última palabra de una
forma un tanto fría, pero la mujer
decidió no hacer caso y pensar que eran las preferencias de los padres.
Después
de un rato de charla, comenzó con las típicas preguntas que les hacía a todos
sus clientes. Sólo que esta vez las respuestas resultaron ser incongruentes.
Por lo general, la pareja comenzaba a
tirarse los trastos a la cabeza, pero durante la reunión que tuvo con ellos se
dio cuenta de que Raúl sacaba todo lo malo de Marina y ella no decía nada de
él.
Antes
de terminar, les pidió los datos, para tener así la ocasión de contactar con la
muchacha.
Aquella
misma noche llamó al móvil de Marina y tuvo una breve conversación con ella:
“-Hola, soy Raquel, la consejera matrimonial. ¿Podrías pasar mañana por mi consulta otra vez?
“-Hola, soy Raquel, la consejera matrimonial. ¿Podrías pasar mañana por mi consulta otra vez?
-Tendré
que preguntarle a Raúl...
-No,
no. Sólo quiero que vengas tú, por favor.-Se hizo de rogar, pero finalmente
aceptó.
-Estaré
allí a las seis.-Su voz fue más apremiante cuando la puerta de su casa se cerró
con un sonoro golpe. Raquel no consiguió sacarse de de encima la sensación de
inquietud que le provocó la joven antes de colgar.
Tal
y como prometió, la tarde siguiente pasó por allí. A la consejera matrimonial
se le hizo un tanto extraño verla con un
vestido de manga larga y medias marrones dado las altas temperaturas de fuera,
así que nada más entrar la obligó a mostrarle los brazos. Las sospechas que
tenía se confirmaron.
Marina
comenzó a sollozar y explicó que los malos tratos por parte de Raúl venían
sucediendo desde que nacieron sus hijas.
-Es
muy impaciente, no aguanta ni un minuto con las pequeñas. Y cuando
lloran...es... horrible...
-¿Tienes
otras dos niñas?-Preguntó. Ahora entendía las “ganas” que tenía su marido de
que esta vez fuera un varón.
-Sí.
Lucrecia y Natalia. Ambas de tres años y medio. Raúl parece odiarlas.
-¿Les
ha hecho daño alguna vez?
-Hay
veces que está a punto de golpearlas, sobre todo cuando comienza a llorar una
de ellas, ya que la otra también lo hace, y eso le enloquece. Y yo las
defiendo, así que él la toma conmigo... Pero al cabo de unas horas, regresa con
un anillo caro, como éste.-señaló su mano-Es el último que me ha regalado. Me
lo dio anoche, junto con una nota en la que ponía: “Te quiero, no volverá a
ocurrir”. Y yo, tonta de mí, he vuelto a confiar en él...-Al ver que la joven
tiraba su vida por la borda, Raquel decidió tomarse la libertad de contarle su
historia:
-¿Sabes
por qué estoy en silla de ruedas?- Marina negó con la cabeza, así que la mujer
decidió continuar-Mi difunto marido, Edward, también la tomaba conmigo. Hace
dos veranos bebió más de la cuenta y de camino a casa comenzó a gritarme. Yo ya
no lo aguanté más y me tiré del coche, que estaba en marcha. Y él, por la
sorpresa que se llevó, no tuvo tiempo de reaccionar y cayó por un barranco. Te
juro que nunca había visto la muerte tan de cerca como aquella noche...
Marina
se quedó en silencio, observando la alianza de su boda. Finalmente, miró a su
vientre y dijo:
-Ayer
me enteré de que era una niña. Otra más. Raúl no lo soportó y volvió a
reaccionar violentamente. Raquel...tengo mucho miedo, pero creo que debo terminar con esto, por el bien de mis
hijas. Es ahora o nunca.
Volvió
a dirigir la mirada hacia abajo. En su mirada se vislumbraba la indecisión de
la joven mientras miraba su mano. Raquel estaba segura de que por la mente de
la chica pasaban todos aquellos recuerdos tan bonitos del principio, los que
quería recuperar. Pero una vida así no podía consentirse, por lo que intentó
darle el último empujón que necesitaba contándole la pequeña hazaña de tirar el anillo al mar.
-...si
decides no llevarte nada, tu alianza será la última joya que tengas de él. Y si
permites que las olas se lo lleven, desaparecerá-chasqueó los dedos-...para
siempre. Será como si nunca hubiera existido.- Esa última frase era lo que
Marina necesitaba oír para poder liberarse de aquella prisión.
Se
levantó y se dirigió hacia la ventana
más cercana. Sacó la alianza de su dedo anular, la miró una última vez y la
arrojó con todas sus fuerzas, dejando que el agua se llevase la evocación de
una vida sombría que terminaba en ese mismo instante.
ALINA SANDU – 4º ESO SALESIANOS
POZOBLANCO
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